Tras perder a su madre y a su hermanastro a causa de la fiebre tifoidea, el Sr. Duke comprendió de primera mano la importancia de una buena atención médica, y que a menudo los pobres no disponían de ella.

“Quiero velar por que se garanticen hospitales adecuados y convenientes en sus respectivas comunidades, con especial atención a quienes no pueden sufragar esos gastos por sí mismos”.

James B. Duke siempre recordó la importancia que su escolarización, aunque intermitente a veces, tuvo en su éxito. Siempre estuvo agradecido por el acceso que tuvo a una educación de calidad y se comprometió a proporcionársela a los demás.

“Cuando tienes una gran comunidad en crecimiento como las Carolinas tienes que tener cinco tipos de líderes cuyas mentes estén bien formadas. El primero son los predicadores, el segundo los profesores, el tercero los abogados, el cuarto los químicos e ingenieros y el quinto los médicos”.

Tal como su padre, Washington Duke, James B. Duke respetó y admiró a la iglesia. Los predicadores metodistas, conocidos como “los jinetes del circuito”, tuvieron un impacto positivo en sus vidas.

“Mi padre siempre decía que si había llegado a algo en la vida era gracias a los predicadores metodistas. Si yo he llegado a algo en este mundo, se lo debo a mi padre y a la Iglesia Metodista”